El hábito de fumar tabaco se encuentra arraigado dentro de la mayoría de las culturas que habitan la tierra. Razones múltiples y complejas llevan a que la humanidad fume y en forma alarmante. Actualmente el tabaquismo es considerado una dependencia, incluso considerado como una enfermedad en la cual, muchas veces es necesario atender sus complicaciones.
Para entender este fenómeno mundial debemos remontarnos a mas de 500 años atrás, cuando las culturas precolombinas usaban el tabaco en forma ritual, los indios apreciaban a éste como parte del fenómeno religioso o de celebraciones, pero no se usaba de forma cotidiana.
Ya en las carabelas de Cristóbal Colón viajaron para el Viejo Mundo las hojas de tabaco que fueron incorporadas para supuestos fines medicinales.
Apelando a metáforas actuales y desde nuestra óptica particular, inmediatamente de la llegada de los españoles comenzó lo que podría llamarse una “colisión” entre dos culturas.
Los occidentales trajeron nuevas infecciones que afectaron a los conquistados.
Este tipo de “arma bacteriológica” diezmó a los aborígenes, quienes le enseñaron el poder mágico y nefasto de una terrible “arma química”: el humo del tabaco, que produjo en los conquistadores millones de muertes por los efectos nocivos de su combustión.
Con el advenimiento de la industrialización, el cigarrillo facilitó y aumentó el consumo del tabaco, lo que llevó a potenciar sus efectos nocivos.
La dependencia al cigarrillo es compleja. Existen condiciones que generan la reproducción de los receptores de nicotina (que demandan cada vez mas nicotina para ser estimulados). Nos referimos a la dependencia orgánica, cuyo potencial de desarrollo en los fumadores es de un 80%.
En números, 8 de10 personas que fuman regularmente quedarán “enganchados con el cigarrillo”.
Lamentablemente, la edad de inicio es cada vez mas precoz, llevando a mayores y mas tempranos problemas orgánicos.
En la mayoría de los casos de fumadores, la unión cigarrillo-persona terminará cuando el individuo deje de fumar gracias a una gran elaboración o porque las incapacidades físicas se lo impidan.
Se calcula, en términos promedio que un fumador realiza entre 8 y 11 grandes intentos hasta que logra dejar de fumar.
Las sustancias producto de la combustión del tabaco son aproximadamente 4 mil. Son biológicamente activas (como los medicamentos). Entre ellas, la mas conocida es la nicotina, que estimula receptores propios del organismo preparados para un neurotransmisor biológico, como es el de la acetilcolina. La nicotina promueve la generación de mayor cantidad de receptores, despertando la necesidad orgánica del consumo frecuente.
Para tener una idea, la nicotina es 10 veces mas adictiva que la cocaína, 15 veces mas que la heroína y es mucho mas adictiva que el alcohol.
Existen varios métodos para dejar de fumar, algunos con mayor aval científico, estos pueden ser personalizados o grupales.
Básicamente todos los integrantes de un equipo de salud (psicólogos, enfermeros, kinesiólogos, médicos, etc) pueden y deben participar en la campaña de deshabituación tabáquica.
La persona que quiere dejar de fumar emprende un camino muchas veces cargado de situaciones incómodas, trastornos alimentarios, depresión, etc. Por ejemplo es frecuente que, al dejar de fumar se aumente de peso, por varias razones, principalmente porque fumar produce menos apetito y aumenta el metabolismo de los alimentos. De ahí que en ese momento se tenga en cuenta el recurrir a dietas apropiadas y ejercicio físico.
Psicológicamente se puede encontrar a los fumadores en 3 fases con respecto a la idea de dejar el hábito:
- Fase precontemplativa: el individuo no piensa en dejar de fumar.
- Fase contemplativa: elabora la idea de dejar de fumar.
- Fase de acción de deshabituación: realiza acciones a favor de dejar de fumar.
Los problemas orgánicos que conlleva el fumar son muchos. Pueden afectar todos los órganos del cuerpo, no solo a nivel pulmonar o cardiovascular.
Incluso la piel, como órgano depurador, se ve envejecida por las toxinas.
Para empezar, como sugerencia, se puede realizar el siguiente plan de acción:
- Preguntarse: ¿Porqué fumo? ¿qué pienso que me hace en el organismo?
- ¿Qué hace con el dinero ahorrado de los cigarrillos?
- ¿Porqué dejar de fumar?
- Determinar un día para dejar de fumar (Día D)
- Ese día cambiarse de ropa, sacarse el olor a humo y dejar de fumar.
Todos los fumadores puede ser ayudados de alguna u otra forma, especialmente los tratamientos personalizados o grupales, con actuación médica y psicológica.
Por eso las personas apelando a sus recursos psíquicos, físicos y socioculturales, pueden dejar el hábito y sobre todo, aquellos que se lo propongan y se dispongan a comenzar una ardua tarea.