Amor o enamoramiento


De todos los bares del mundo, ella tuvo que entrar justo en el mío. La frase la pronunció Humphrey Bogart, en un clásico del cine, Casablanca, al ver llegar, luego de una larga e inexplicable separación, a su mujer inolvidable, encarnada por Ingrid Bergman. El romántico que anida en todo ser humano se estremeció en este relato de un amor contrariado. Cuando la protagonista, casada con un hombre íntegro y heroico, le pide a un Bogart quebrantado por los gajes de la vida, que decida el futuro de los dos, él no duda un instante: la coloca en un avión junto al hombre conveniente y renuncia a un mañana compartido.

Esta abdicación final, ante el azorado rostro de una de las actrices mas bellas de la pantalla, contribuyó a la vigencia de la película, las mas vista en los últimos sesenta años. Se trata de una prueba de amor. Se trata de la tierna lucidez de un rudo, que elige para su amada, un destino justo y merecido.

Las mujeres de varias generaciones no le perdonaron a Bogart esta elección, pero lo admiraron sin tregua: un pellizco visceral, convenció a sus corazones, que las hacía lagrimear hasta el sollozo esa acción inadmisible, porque era el símbolo de un amor genuino. La escena viene a cuento para diferenciar el simple enamoramiento, del casi excepcional coraje de querer.

El flechazo obra como un impactante cúmulo de emociones que se trasladan de un ser a otro, y la pasión se desata con sus grandezas y miserias; también con su goce, esa sensación de caminar al borde de un abismo. No todos los enamoramientos son fugaces: algunos perduran por el devenir de desencuentros y reconciliaciones, de caídas y resurrecciones, de perjurios y disculpas. Los amantes sufren y se desvelan, desconfían, previenen, recelan, conjeturan, malician. El instante del abrazo compensa los sinsabores. Y recomienza la danza entre la dicha y el temor.

Pero el querer sin tacha, se reconoce por un síntoma sin discusiones: el bienestar del ser amado. Por eso, el único amor indiscutible es el de una madre por su hijo, y no al revés. Y ante la ley, la declaración de la madre de un delincuente con referencia a su conducta, carece de valor intrínseco. Amar, este verbo utilizado hasta el desgaste, tiene, en su profundo significado, un sentido épico. Es la gesta de una hazaña. Aman los seres que aguardan en las puertas de las cárceles, secundan en los destierros, tienden una sonrisa y ponen el hombro, a la vuelta de todos los desastres.

 El vapuleado verbo amar se refiere al sacrificio y al desinterés, al renunciamiento y a la inmolación. Es ir al lado de otro y ofrecer el pecho ante las balas de la ignominia, solo para auxiliar, preservar o defender. No es para cualquiera.